Claribel Sánchez Guzmán

Socia Líder del Sector Hospitalidad Deloitte S-LATAM

 

A más de tres años del inicio de la pandemia de COVID-19, y justo cuando a las personas parece preocuparles menos el riesgo de contagio a cualquier destino al que visiten, existe otro factor que limita sus decisiones de viaje: el estrés financiero.

El estrés financiero puede generar ansiedad y la sensación de vulnerabilidad y escasez de recursos. Como consecuencia de la pandemia de COVID-19, ha sido evidente que muchos turistas han sufrido graves secuelas en su vida personal y en su situación financiera, de modo que, eso ha impactado en muchas de sus decisiones, entre ellas, la de si viajan o no.

La encuesta Deloitte Global State of the Consumer Tracker  mostró en su edición del 2022, que siete de cada 10 encuestados señalaron como su principal razón para no viajar, el no poder costear dicha actividad, pues muchos lo consideran un “lujo”. Por su parte, la encuesta de agosto de 2023 revela que el 57% espera que la situación financiera mejore hasta dentro de un año.

En este sentido, consideramos que el estrés financiero ha impactado negativamente a las personas, tanto en el plano de la salud como en los ámbitos de las relaciones familiares y de viajes de placer. Eso le afecta a la economía familiar y, al momento de tomar decisiones, las personas se preguntan si es una buena opción viajar. A esta coyuntura también se suman los impactos internacionales como la invasión rusa en Ucrania, que ha generado una amplia disminución en el turismo de América Latina, ya que muchos destinos de la región solían ser frecuentados por turistas, que en estos momentos se están viendo afectados por el conflicto bélico.

Viajar a pesar de los desafíos

A pesar de los diversos desafíos, los turistas han buscado algunos medios para viajar a ciertos destinos, a un menor costo. Por ello, durante los últimos años, hemos visto el incremento en el uso de plataformas de alojamiento, impulsado principalmente por aquellos turistas que no pueden pagar una larga estadía en hoteles y que optan por esta modalidad, la cual ha crecido de forma importante en los últimos años.

Considerando esta coyuntura a nivel mundial (incertidumbre económica, alta inflación, entre otros), algunas de las acciones que se pueden realizar son: Generar ofertas atractivas con planes de pago en agencias de viaje y la promoción de destinos turísticos accesibles para los diferentes tipos de turistas.

Por ejemplo, en Latinoamérica se han creado alianzas estratégicas para promover la seguridad social, las cuales se han llevado a cabo de manera conjunta con autoridades gubernamentales de cada región y han generado un impacto muy positivo. República Dominicana, por ejemplo, fue uno de los países que incrementó sus medidas de seguridad durante la crisis sanitaria, lo que garantizó un incremento de la ocupación turística en el 2021 y 2022, y se espera que para finales del 2023 este país recibirá 9,8 millones de turistas de todo el mundo.

Por su parte, para el turismo de clase alta e internacional se podrían enfocar los esfuerzos en viajes de larga distancia, ya que estos turistas pueden pagar esta clase de servicios. Cabe destacar que en ese segmento no se ha experimentado una disminución de la demanda, sino todo lo contrario, gracias a que las personas de alto poder adquisitivo no tienen mayores preocupaciones financieras.

Otro aspecto que se puede considerar es impulsar las ofertas de larga estancia en diferentes destinos, pues quienes viven en países norteamericanos y con una dura temporada invernal, podrían considerar que las bajas temperaturas y los altos costos de la calefacción en sus hogares son factores que los obligarían a “huir” de sus lugares de origen.

Si bien es cierto que, desde antes de la pandemia ya existía el estrés financiero y que hoy, después de ella, millones de personas se encuentran sufriendo la coyuntura económica actual (al momento de hacer sus presupuestos personales, por ejemplo), la contingencia sanitaria significó un impacto superior al que vemos en estos momentos, ya que muchas cadenas hoteleras, parques temáticos, restaurantes, cruceros y otras empresas tuvieron que cerrar por un tiempo sus operaciones. Muchas, a la fecha, no se han podido recuperar.

El estrés financiero no afecta a todos los turistas, sino a una parte de ellos, que hoy no cuenta con los ingresos suficientes para viajar. El nivel económico le afecta a la parte baja y media de los estratos económicos de la población, no a la parte alta, que puede seguir eligiendo libremente sus destinos turísticos.

 

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